¿Qué estoy haciendo?
Hay días en la vida en los que paramos, miramos a nuestro alrededor y nos preguntamos ¿Qué estoy haciendo?
Esos días podemos sentir que la vida ha pasado sin darnos cuenta, que el día a día se va comiendo nuestras ilusiones y esperanzas, esas que teníamos cuando éramos muy jóvenes y teníamos la vida entera para nosotros, una enorme oportunidad de desarrollarnos, disfrutar y hacer grandes cosas…
Quizá perdimos el control porque cantos de sirena nos llevaron a otras latitudes, quizá obligaciones nos separaron del mapa del tesoro… Sin embargo, en la mayoría de los casos lo que sucedió es que el mapa no tenía un objetivo claro, viajábamos sin saber si nuestro destino se encontraba al norte, al sur, este u oeste, y así es fácil sentir tentación por cantos de sirena y dejar que las obligaciones pasen por encima como olas enormes que hunden el barco cada día un poco más.

Y ¿Por qué no tenemos claro nuestro destino?
No tenemos costumbre de preguntarnos por nuestros gustos, ilusiones, valores, prioridades, u objetivos en la vida.
Llegamos a la madurez sin conocernos en profundidad y lo más importante, sin saber qué es lo que nos mueve, lo que nos hace levantarnos cada día,por qué la vida tiene sentido, algo para lo que en Japón tienen una palabra preciosa, “Ikigai»
El Ikigai puede ir cambiando a lo largo de la vida, puede ir ampliándose con las nuevas experiencias, puliéndose a medida que vamos adquiriendo nuevas responsabilidades, pero lo que no cambia es que es una energía que nos empuja a seguir adelante.
Las personas que practicamos deporte, especialmente en la naturaleza, tenemos una gran ventaja, y es que estamos acostumbradas a tener retos, a buscar la superación, a querer ir a más.
Si además practicamos nuestro deporte con otras personas, sumamos el beneficio de las relaciones sociales.
Sin embargo, corremos el riesgo de permitir que el deporte se convierta en algo rutinario, beneficioso para nuestra salud física, peroque ha perdido el poder de favorecer nuestro crecimiento personal.
También corremos el riesgo de hacer que se convierta en un “Tengo que”, una obligación más en nuestra vida que, en lugar de motivarnos, requiere de una gran fuente de motivación extra para llevarlo a cabo, motivación que a veces no sabemos de dónde sacar.
Pregúntate
¿Qué cosas te hacen feliz?
¿Qué sería la cosa que más te gustaría que sucediera en tu vida?
¿Qué te hace sacar una sonrisa con solo pensarlo?
Tu Ikigai, tu para qué, es algo súper personal, que no eliges, sino que identificas buscando dentro de ti con sinceridad.
¿Quieres saber el mío?
Ver a mi hija haciendo deporte, llegar a correr alguna carrera de Enduro con ella y mi pareja, hacer viajes a la nieve,escalar, o recoger setas juntos.
Esta imagen de mi hija con los valores que creo que el deporte aporta, es lo que me hace salir a correr, montar en bici, andar, escalar, entrenar paleo… incluso esos días que pienso que no me apetece, o cuando el trabajo ha ocupado más trabajo y recursos de los que debería.
Ser un modelo para ella, y para las personas que me rodean, es mi motor.
¿Cuál es tu PARA QUÉ?
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Me encontrarás en mi web Suelta los frenos y en Instagram